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PORNO, ESPEJOS Y HORTERAS




Siento una animadversión patológica hacia los espejos. Cuando era niña, mi abuela, que en paz descanse, tenía la casa llena de ellos. Yo pasaba de puntillas de habitación en habitación, con los ojos muy abiertos y pendiente del reflejo de cada uno de ellos. Siempre tenía la sensación de que no era solo mi reflejo el que se veía y que, algún alma en pena, también aparecía reflejado en ellos.



Por eso me negué a poner más espejos de los necesarios en mi casa. Uno en la entrada, otro en el baño y el consabido espejo en mi alcoba, justo encima de la cómoda. Me miraba en ellos lo justo y necesario para comprobar que mi ropa estaba en su sitio y para pintarme los labios, no fuera a ser que me los hubiera perfilado en demasía y, en vez de parecer una mujer decente, llevara los morros como las furcias a las que visitaba mi marido.
No deja de sorprenderme que yo, mujer educada dentro de la moral y creencias católicas, siempre hubiese puesto en duda las historias que contaba el cura de mi pueblo, incluso que dudase de la existencia del diablo, y que, en cambio, crea en historias de apariciones y de espíritus atormentados, a pies juntillas.
Ni se imaginan cuanto me costó convencer a mi marido para que no comprase un armario con puertas de espejos. Solo pensar que por las noches pudiesen rondar las almas en pena de todos mis familiares difuntos me ponía los pelos de punta. Tonta de mi pensé que el tema de los espejos quedaba ahí. Un simple capricho absurdo del cabestro, pero ¡que va¡ Aquello solo acababa de empezar.


Un buen día se presentó en casa con una sonrisa de oreja a oreja y llevando un ramo de claveles rojos y blancos. Son para ti, me dijo. Me quedé tan estupefacta que no alcancé a reaccionar ni mucho menos a vislumbrar lo que se me venía encima. Aquella noche se deshizo en galenterias y amabilidades que, lejos de ablandarme, me pusieron en guardia, ojo avizor, a ver que nueva barrabasada tenía prevista.


Ya llegada la hora de ir a la cama me enfundé mi camisón, hasta los pies, que no tenía yo el cuerpo para fiestas ni el coño para ruidos, y mi sopresa fue mayúscula al comprobar que el cabestro ya estaba metido en la cama y aparentemente en pelota picada. Eso si, con una extraña sonrisa que le dejaba a la vista todos los dientes podridos y que me producían una repugnancia soberana.


Con gran destreza me metí en la cama a la par que apagaba la luz y, sin que fuese mi intención, le rocé brevemente uno de sus repugnantes pies. Él, que debió de interpretarlo como una invitación al refocile, se abalanzó sobre mi culo y me apretó fuertemente las tetas, mientras me decía pegadito a la oreja: ven acá, gorda mía que te voy a dar lo tuyo.


Yo, que no tenía el espíritu para algarabías, me giré y le espeté en plena cara que ya estaba soltando prenda y diciéndome que era lo que andaba buscando porque ya eran muchos años juntos y tantas zalamerías no me engañaban. Fue entonces cuando me soltó aquello de que le gustaría que pusiesemos un espejo en la habitación. He de confesar y admitir que no fui lo bastante perspicaz y que, con la sola intención de quitarmelo de encima, asentí y consentí con su petición a cambio de que me dejase dormir porque tenía una tremenda jaqueca.


Deberían haber saltado todas las alarmas cuando se quedó satisfecho y sonriente a pesar de mi negativa a sus requerimientos sobre mis obligaciones conyugales, pero estaba tan satisfecha de haberme librado esa noche de aguantarle cabalgando sobre mi, que no le di mayor importancia.

Al día siguiente comprendí cuan tamaño había sido mi error de cálculo. Al entrar al dormitorio conyugal, guíada por unos ruidos extraños, pude contemplar como mi esposo estaba encalomado a lo alto de una escalera, haciendo malabares y fijando al techo un enorme espejo.


De mi garganta salió un espantoso grito. Cuando conseguí dominarme atiné a preguntarle que demonios estaba haciendo y él, con cara de vencedor me dijo: querida, esta noche vas a comprobar en tus propias carnes las verdades del barquero.


Me marché del tálamo conyugal presignándome y rezando porque ningún alma en pena rondase esa noche ni cama. Poco me imaginaba que la única alma en pena esa noche sería yo.

El cabestro cenó muy rápido y me empujó literalmente hacia la habitación alegando que estaba cansado. Yo me dispuse a marcharme al cuarto de baño para darme mis cremas y ponerme mi consabido camisón pero no tuve tiempo.
Con una fuerza inusual, y con un hilillo de babas colgándole entre los dientes, me despojó de mi ropa con fuerza y me dijo que iba a enseñarme algo que había visto en nosequé película nueva que estaba prohibidísma.
Yo sentí mis piernas flaquear del susto y deduje que esa película la había visto en el picadero al que solía ir, pero no quise abrir la boca por no darle pistas de hasta donde sabía yo de sus andanzas.

Me levantó las faldas y me despojó de mi ropa interior con tal ferocidad que salí corriendo avergonzada cual moza virgen pero, lejos de disuadirle de su empeño, mi negativa y recato lo excitó de tal manera que el muy cabrón aplaudía entre embestida y embestida.




Continuará...

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12 comentarios:

Dr. Manta dijo...

Querida Salustiana, tu blog me ha encandilado tanto como excitado. Gracias por hacerme sentir vivo de nuevo.
A partir de ahora, cada vez que un cerdo de ciudad gruña, oiré en su sonido el eco de tu nombre...

Anónimo dijo...

Mira que fuiste tontaaaa ai ai ai.

Anónimo dijo...

Hacía dias, mejor semanas que no te visitaba.....
A ver si te pongo como enlace, porque me estoy perdiendo mogollón de cosas uper interesantes.

besitos

KILIFA

Anónimo dijo...

Mira que los hay barbaros y excitarse con un espejo ¿? Mira que hay gente rara por esos mundos de Dios, igual lo que le pone de verdad es ver el miembro “erecto” y te pone a ti como excusa para que no se le vea el plumero en demasía ¡vamos digo yo! Para espejitos y otros menesteres estoy yo, a mi me que dejan a la Elsa Pataki aunque sea en un barrizal en plena mañana de invierno, seguro que me sube el ego masculino hasta las altas cumbres.

Saludos Salustiana

Amiguete007 dijo...

Yo me la miro en un espejo para hacerme a la idea de que la tengo del montón. Es que mirando hacia abajo no veo casi nada, y en estos tiempos recientes, por la vida sedentaria que llevo, me ha aumentado la barriga considerablemente y ya no sé si hay polla más abajo. Es que estaba hablando de la polla, por si alguien no se ha enterado. Vale, pues si hay algún alguien o algunos alguienes que no se han enterado... ¡pues me suda la polla, cojones!
Muy buen post, Salustianita, y perdona que te diminutivice, pero es que yo te conozco desde que eras una cría. Tu padre y yo fuimos juntos a la mili, ¡qué tiempos aquellos!... ¡Y mándame un andresillo, cacho perra, que hoy no había nada en el correo!

Anónimo dijo...

A mí también me dan cosa los espejos, sobre todo con la luz apagada (no sé por qué, la verdad). ¿No se te ocurrió nunca pegarle una pedrada al espejo de marras? O no limpiarlo con la excusa de que estaba muy alto para que acabara tan lleno de mierda que no se reflejara nada en él.

S.Sahe dijo...

Increible redaccion y despampanante texto... me encanta...

Dejo mi mierda aqui para que sepas que estuve y te lei...

(que bonito ma quedao... oinksss)

un besito, sigue asi y gracias por pasarte por mi pequeño mundo!

Anónimo dijo...

¡ay doña salustiana vaya marido que se ha dejado ir!, ¿no le dan ganas de volver a sus brazos?
Tener el detallazo de poner un espejo en el techo para montar una porno, y perseguirla a estoconazos por la bajo. ¡qué hombre!

Ya me paso por aquí luego a ver si ha escrito la continuación, que la curiosidad me pica !ay!.

Anónimo dijo...

Ay Sra. Salustiana!!! Miedo me da leer la continuacion, porque con las machadas de su marido.....me puede dar un algo. VAmos, que si la pasa ahora, Us, iba a ir a la cama!!!!!

Un saludo

Anónimo dijo...

ay señora, qué bella la veo en el espejo portátil.
¡menos mal que se libtó de los 5 cerditos!

Anónimo dijo...

Pues seré un hortera, pero lo de los espejos siempre me ha excitado. Imagino que no es de extrañar en un exhibicionista reprimido como yo. Aparte de esto, en la escuela me enseñaron que hay que conocer todas las versiones antes de juzgar. Lo digo porque creo que sus historias muestran una visión muy sesgada de la realidad. Habría que escuchar las opiniones de su marido para contrastar argumentos. ¿Podría invitarle a escribir algo? Sería interesante.

SALUSTIANA dijo...

Dr manta: me alegro de que mi blog le guste. Es como la vida misma. Todo el dia rodeada de cerdos, unos de 4 patas y otros de dos, pero cerdos al fin y al cabo. Me emociona sobremanera que los gruñidos de tan querido y admirado animal le traiga a la mente mi nombre,
Mandragora: ni te imaginas de la que me he librado.
Kilifa: no te apures guapa, actualizo de tarde en tarde asi que tienes tiempo de ponerte al dia.
Diego: Me parece que a la Elsa ya la tiene en exclusiva el amiguete. A buen seguro ya tiene montado el lodazal para que la tremenda rubia se revuelque con él. Eso si, amiguete es buena gente,. seguro que te la deja un ratito.
Amiguete: querido mio, puedes diminutivizar mi nombre o hacer con él lo que te venga en gana. Soy tuya por siempre, aunque tengamos que conformarnos con esta virtualidad obscena y libidinosa. Y puede usted hablar de su honorable polla cuando le venga la real gana. Ya sabe usted que me tiene ganada de por vida. Besos

Soy becaria: no tuve que limpiarlo. Solo espera a la segunda entrega.
Susana: me alegro de que haya dejado usted su mierda. Tenemos una amiga común a la que apreciamos sobremanera.

la lala: caray, por un momento pensé que era usted masiel, jajaja. Pues aqui le dejo en breve el segundo capítulo de tremenda trifulca. Y no, no crea. Menudo descanso que tengo sin ese cerdo apestoso.
Aeron: ahora esas cosas no me pasan, aunque le puedo asegurar que si ahora me pilla tremendo mozo no iba a poner reparos, no se crea.
Kilometro: bueno, librarme librarme no se crea. Ya se irá enterando

Fran: si usted hubiese sido el de la ocurrencia no habría puesto tanto reparo que lo he visto a usted en cueros y no desmerece, pero el cabestro era y es repugnante.
Respecto a lo de que escriba él su parte de la historia, pues quien sabe. Besos a todos y encantada de leer vuestros comentarios