Container Icon

Seguidores

DE CONFESIONES INTIMAS


Yo soy mujer chapada a la antigua, apegada a mis tradiciones y a mis costumbres, por eso el escribir aqui ha sido toda una experiencia. Y me he encontrado un mensaje de una señora de Madrid, se hace llamar la madrileña, desafiandome desde donde ella cuenta sus cosicas, como aqui cuento yo las mías. Cierto es que su vida parece más tranquila y menos rocambolesca que la mía, pero qué sabe una de las miserias que oculta cada cual.

Pues parece ser que esta buena señora me pide que escriba sobre seis cosas que me gustan y que no tengan importancia.
Y como es de bien nacidos ser agradecidos pues espero que la respuesta satisfaga el envite lanzado.
Yo, como ya soy perro viejo, y habiendo vivido lo vivido ya no tengo falsas vergüenzas ni pudores absurdos, asi que confieso, no sin ruborizarme un poco, que a mi me gusta andar tal como me trajo mi madre al mundo por mi casa, en pelotas, hablando en plata . Nada más saludable que dejarse ventilar por el aire que entra por las ventanas y refrescarse el cuerpo. He de decir que en el pueblo en el que vivo el aire es fresco y huele a mies.
Toda una vida viviendo junto a un católico cerril y putero, emperrado en ir a misa de domingo con mantilla y bien tapadita, ha despertado en mi una necesidad, quizás malsana y pecaminosa, de pasearme de esa guisa por mi casa, mostrando mis vergüenzas y mis carnes morenas a todo el que quiera asomarse a mi ventana, porque a estas edades ya está todo el pescao vendido, y como decía mi abuela que en paz descanse: "pa lo que me queda de estar en este convento, me cago dentro". Eso si, a la calle no salgo nunca sin bragas.

¡¡Que sabia era mi abuela, redios¡¡

Me gusta pecar de gula. Suelo disfrutar de la comida como se debe disfrutar del sexo: sin recato, con exceso, con deleite, fruición, glotonería y ferocidad. Comerme unos buenos huevos fritos con chorizo en ese maravilloso aceite de oliva que hacen en mi pueblo y regodearme en sus sabores, mojar el pan en la yema y llenarme la boca hasta reventar. Pero, sobre todo, me gusta pecar de gula en época de vigilia y hartarme a carne cuando la santa madre iglesia lo prohibe. Como hasta que no puedo más y me recreo con cada pedazo de carne roja, poco hecha, que introduzco en mi boca. Confieso que me entra una satisfacción enorme cada vez que trago dicho manjar porque es un pecado más, una felonía que sumar a mi cuenta pendiente con la Iglesia, lo que aumenta el tamaño de mi venganza contra el cabestro.

Eso si, cuando me acuesto le rezo a la virgen y le pido que todos mis pecados reciban su castigo multiplicado por diez, pero que el castigo caiga sobre las espaldas del cabrón de mi exmarido, que como es buen cristiano no tendrá ningún reparo en cargar con mi culpa y mi penitencia.
Asi, a bote pronto, la tercera cosa sin importancia que me gusta hacer es provocar a la curia romana. Desde hace un tiempo he desarrollado una habilidad un tanto perniciosa, lo renoconozco. Me gusta provocar y portarme como una putilla calentorra, como solía llamarlas uno de mis vástagos, aunque él nunca apartaba sus libidinosos ojos de ellas, bueno, los ojos ni el miembro viril.

No llego a comportarme como una guarra en el amplio sentido de la palabra pero algo de ello hay. Me pongo escotes prominentes, excesivamente amplios para una mujer de mi edad y mi talla, una 110 he de confesar. Lo cierto es que la naturaleza me ha dotado de unas ubres inmensas, y es que la naturaleza es sabia, a ver si no como iba a haber amamantado a esos 5 hijos de puta que tuve que parir con dolor y tremendo arrepentimiento. Que quererlos los quiero, porque son mis hijos y hasta los animales tienen ese sentimiento, pero los quiero lejos, bien es verdad.
Pues salgo de paseo vestida de esa guisa, o más bien desvestida, enfundada en un sueter negro bien apretao, con un escote en uve vertiginoso, que casi se me pueden ver hasta las tripas, y una falda negra de tubo, para marcar bien las nalgas, y me voy hacia la iglesia del pueblo, a la hora que sé sale el cura a pasear y me pongo frente a él y lo miro con descaro y me contoneo.
No falla, el párroco empieza a ponerse colorado y a bufar como un toro, trastabillea y cambia de acera, pero tarda lo suficiente para que yo tenga constancia de la "turbación" que le provoco en esa parte de su cuerpo que el señor se ha quedado en exclusiva.
Es tanto el disfrute que siento que ahora suelo hacerlo en las iglesias de los pueblos vecinos y he de confesar con orgullo y sin sonrojos que tengo al clero de esta parte de la comarca haciendo maravillosos y floridos trabajos manuales a mayor gloria mía.
Dejenme pensar... si, la cuarta cosa que me gusta hacer es cuidar de mis cerdos. Ellos me dan la paz de espíritu que otros se han dedicado a menoscabar. Me produce un gran placer sacarlos de paseo, alimentarlos y mantenerlos limpios y bien presentables. Pobrecicos míos, son tan agradecidos que no dan disgusto alguno, y tampoco mucho trabajo, y, aunque les llamen gorrinos, no dejan de ser los animales más limpios que he conocido.
No entiendo como se ha acuñado esa frase que dice "apestas como un cerdo". Señal de que quien la utilizó por primera vez tiene un gran desconocimiento de tan noble animal. Más bien debería haber conocido al asqueroso de mi exmarido. Ese si que mataba con el hedor que desprendía todo su cuerpo, incluidos agujeros por donde podían manar fluídos corporales.
Y la quinta y la sexta cosa que más me gustan, y que no tienen importancia, las tengo aún pendientes porque aun no las he descubierto, pero prometo hacerlo en breve y dar puntual detalle a ustedes que me leen y me siguen.
Son pequeñas asignaturas pendientes que me quedan y que pienso aprobar antes de que la parca venga a buscarme. Y esto es una promesa en firme.

  • Digg
  • Del.icio.us
  • StumbleUpon
  • Reddit
  • RSS